Mahamudra: Cuando te miran las montañas
Encuentro de practicantes, agosto 2022
Encuentro de practicantes, agosto 2022
Voy camino de Palpung Sampel, ubicado en la Ribagorza oscense, lugar de tanta tradición eremítica. Mi ruta pasa cerca de Panillo y me desvío para rendir visita a mis recuerdos del lugar. Ahí oigo hablar de Pano, una aldea abandonada que compró hace cuarenta años un suizo y ha ido rehabilitando hasta convertir en casa rural y restaurante. Me atrae conocer el lugar. Cuando llego, Simón (el suizo) está subido a una morera, en calzoncillos, con las manos húmedas de lo que parece sangre, feliz. Hablamos. Voy camino de Palpung, le digo, presumiendo que habrá oído hablar de sus vecinos. ¿Qué es Palpung?, pregunta. Le explico. ¿Otro centro budista más?, me responde escéptico, ya tenemos mucho de eso por aquí. Me corto de decirle que también tenemos muchas casas rurales, hay que sumar esfuerzos en vez de pelearnos entre nosotros.
Palpung Sampel, 100 hectáreas en el municipio de Cajigar-Monesma (70 habitantes), tiene vocación de ser el centro para Europa de nuestro maestro el XII Tai Situpa. Anne Marie, la guardiana de Palpung, junto a Carlos, han programado un encuentro de yoguis mahamudra (aprobado por Tai Situpa). Estaremos de retiro una semana, dedicados a esa práctica budista que Situ Rinpoche nos ha transmitido en su monasterio de Sherab Ling, en la India. Esta vez seremos 9.
Casa Sampere (nombre nativo del lugar), 1050 metros de altitud según mi Wikiloc. Desde el porche de la casa, que mira hacia el sureste, donde nuestras rodillas se relajan entre meditación y meditación, distingo un horizonte con ocho líneas de montañas: una vastedad espejo de la de nuestra propia mente. Todos los días hacia mediatarde hace su aparición algún arcoíris, como si algún poder celestial le diera el like a nuestra práctica (Carlos ha colgado en la web un reel). Gompo y Mogollón, los mastines más grandes del mundo, se protegen del sol debajo de la mesa, a nuestros pies, reconfortándonos con su equívoca pacífica presencia.
Mahamudra está más allá de las palabras, pero puesto que es una palabra me siento obligado a explicarla. Maha significa ‘gran’, mudra significa ‘sello’. Mahamudra es ‘el Gran Sello’, la cifra de la realidad, la clave. Etimológicamente ‘sello’ viene de sigillum, que significa firma, carácter de algo, y también silencio cauteloso que se guarda sobre algún secreto. Pero en definitiva mahamudra no es una palabra, es una experiencia.
Pregunto a mis compañeros cuál es su experiencia: Rafa (Bilbao, ingeniero), Necesito pensar; María (Buenos Aires, médica), Mahamudra es estar con las montañas; Carlos (Barcelona, informático), Mahamudra es darle a la práctica; María Jesús (Vilanova i la Geltrú, administrativa), Encontrarme a mí misma; Mercè (Sabadell, fisioterapeuta), Es una herramienta para encontrarle sentido a mi vida y poder transformarla; Anne Marie dice que es La réalisation de la nature de l’esprit. Agustín (Palencia, profesor) se pone en modo erudito y cita la definición oficial: Mahamudra es reposar en la naturaleza de la mente. Rafa ya ha elaborado su respuesta, y dice que el mahamudra es el camino para conocer su propia mente y a partir de ahí conocerlo todo. Lhadron (Santa Coloma de Farners, monja budista tibetana), responde al más puro estilo zen: ¡Guau guau guau!
Sábado día 6, mediodía, me despido de mis compañeros. Voy a darle un abrazo a Kunga pero recuerdo que sus votos de monja se lo prohíben, así que me contengo. Me da las gracias (y yo a ella). El maestro nos ha visto, añade, nos ha visto uno por uno, sabe que tú has estado aquí; y me entra un temblor sagrado. Situ ya planea sobre el lugar. OM AH HUNG BENZA GURU PEMA SIDHI HUNG.